Leyenda de los 12 leones de La Alhambra de Granada

Dicen que hace muchísimo tiempo, una princesa árabe llegó al reino nazarí de Granada con su padre y los guardias de éste para alojarse durante una temporada en la Alhambra.

Zaira era una bella muchacha de ojos grandes y oscuros, de mirada viva, de gran inteligencia y sensibilidad. Sin embargo su padre era todo lo contrario: Malvado, huraño, malhumorado y hasta cruel.

Nunca permitía que la princesa saliera del palacio para tenerla vigilada y bajo control, algo que Zaira aceptó de buen grado desde el principio, ya que pronto se enamoró de los palacios y jardines que la Alhambra ponía a sus pies.

De repente una tarde, un chico saltó la muralla ante la sorpresa de la princesa que en aquel momento se encontraba descansando bajo la sombra.

Arturo, que así se llamaba el joven cristiano, le declaró su amor después de haber estado largas horas observándola desde los tejados.

Zaira no pudo más que rendirse ante la osadía y valentía del muchacho, que se estaba jugando la vida en caso de que fuera apresado.

Zaira le hizo prometer que él se marcharia pronto, ya que su padre aparecería pronto con sus 11 guardias reales, así que el chico asintió y prometió volver al día siguiente.

Cumplió su palabra Arturo, con tan mala suerte que en su huida, uno de los guardias reales descubrió su presencia. Tan pronto como el rey fue informado, quedó en prisión a la espera de ser ajusticiado a la mañana siguiente.

Trás la triste noticia, la princesa Zaira no cesaba de llorar, así que los pasillos de los palacios que horas antes le parecían el paraíso, ahora eran poco menos que un infierno donde la vida de su amado llegaría a su fin muy pronto.

Entonces descubrió por casualidad el diario de su padre en una de las habitaciones que el rey frecuentaba, y a pesar de que no era su intención y por esos avatares del destino, lo abrió por la página exacta en la que el rey declaraba:

Yo he asesinado al rey y a la reina. De la princesa me he apiadado. Ahora soy el rey y ella nunca sabrá la verdad, y aunque poseo todo el poder del reino, su talismán esconde un terrible maleficio creado por su madre que espero nunca sepa usar.

Viendo aquello, Zaira no se lo podía creer, así que mandó reunir al rey y sus guardias en el patio central del palacio de Muhammad V para pedirle explicaciones al que hasta ahora creía era su padre.

Éste, ni corto ni perezoso, y viendo a sus guardias arropándole ante tales acusaciones, le dijo la verdad: "Efectivamente no soy tu padre".

Los ojos de Zaira se inundaron de lágrimas de amargura y rabia por aquella revelación.

Apretando fuertemente el talismán que colgaba de su cuello desde que era un bebé, la furia de un león recorrió su cuerpo y activó la maldición que el regalo de su madre guardaba, convirtiendo al rey y a sus once guardias en doce leones de piedra que todavía hoy siguen soportando el peso de la fuente central del palacio del rey de Granada.

Zaira liberó a Arturo de sus cadenas, huyeron de la ciudad y vivieron felices por el resto de sus vidas.

Desde entonces a este patio de la Alhambra se le llama El Patio de los Leones.

 

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